El miércoles 20 de octubre de 2010, un grupo de militantes del Partido Obrero salieron del “localcito” de la calle Moisés Lebenshon 550, en Avellaneda, para marchar en apoyo a los
trabajadores tercerizados de la línea Roca, en medio de un clima de tensión con un grupo de miembros de la Unión Ferroviaria, que después terminaría en el crimen de Mariano Ferreyra.
“No era la primera que vez nos movilizábamos en un clima de tenso porque la burocracia monta un operativo, pero en general no pasa a mayores, uno evalúa lo que va a suceder y trata de evitar una confrontación. Acá fue parecido, habíamos hablado con Mariano en la previa y él llegó tarde, tenía esa particularidad de llegar tarde a las cosas”, recuerda Marcelo Mache, amigo del joven militante.
Ambos se habían conocido en 2007 a los 19 años, militando para el PO en la zona Sur, y entre actividades y cursos de formación política fueron forjando una relación “en el marco de la lucha partidaria”.
Con 23 años, los dos jóvenes militantes volvían a movilizarse “con normalidad”, evaluando la movilización en apoyo a los tercerizados y la posibilidad de toparse con una “patota” de la Unión Ferroviaria.
Mariano era responsable, pero eso no le impidió llegar tarde, cuando ya había pasado un primer cruce con los miembros de la UF. “Nos retiramos para los andenes y ahí me lo cruzo a él que recién llegaba. Previamente estuvimos hablando cosas del día a día, pero si nosotros no íbamos a una confrontación no iba a haber problemas”, insiste Mache en su relato.
Mariano Ferreyra y su amigo Mache durante una actividad política.
Pero entre los miembros del gremio, que en ese entonces era dirigido por José Pedraza, había hombres armados, que los siguieron hasta emboscarlos con la connivencia de la Policía Federal, como después determinó la Justicia.
El grupo de Mariano y Mache, entre otros, después de un intento fallido de subir a las vías del ferrocarril y de recibir algunos piedrazos, decidió retirarse a tres cuadras y dar por concluida la jornada.
La última charla entre ambos fue entre risas. “Recuerdo que nos reíamos de él porque quiso subir al terraplén, se resbaló y cayó. Estabamos en un clima de distensión, lo peor que podía suceder ya había sucedido y no íbamos a volver a las vías porque no buscábamos un enfrentamiento”, cuenta su amigo respecto de las últimas horas de Ferreyra.
Mache durante el acto homenaje A 10 años del crimen de Mariano Ferreyra. Foto Ojo Obrero.
Una voz de alarma los advirtió del peligro por el avance de la “patota” y los más jóvenes armaron un cordón de seguridad. “Hubo un momento de silencio, nos quedamos quietos y un compañero comenta que tiene miedo y Mariano le dice que no pasa nada, que no se preocupe”, relata a Clarín Mache.
Pero no fue así. El ataque desarmó por completo la columna y entre los piedrazos, Christian Favale no dudó en sacar su arma y disparar a los manifestantes.
“Yo lo tengo a Mariano más atrás mío y a Favale refugiado atrás de un auto lo vi disparar, pero no miré atrás porque había una lluvia de piedras. La Policía dejó que se retiren y cerraron el cordón. Yo pensé que tiraron con salva, no me imaginé que habían disparado con armas de fuego. Después me enteró que la ambulancia se había llevado a Mariano, a Elsa Rodríguez y otros dos heridos de bala en la pierna”, sentencia el militante del PO.
Elsa Rodríguez, en silla de ruedas, fue baleada en su cabeza durante el ataque del 20 de octubre de 2010 donde murió Mariano Ferreyra. Foto Ojo Obrero
Ferreyra moriría poco después de arribar al Hospital Argerich, producto de un impacto de bala en el tórax. Rodríguez arrastra hasta la actualidad las consecuencias de un impacto de bala en su cabeza.
Este martes, a sus 33 años, Mache volvió a la trágica esquina de Pedro Luján, entre Río Lima y Santa Elena, en el barrio de Barracas, para participar como todos los años del acto homenaje organizado por el PO.
“En estos 10 años uno se pregunta qué habría sido si Mariano estuviera vivo, si no hubiera sucedido el 20 de octubre y es una cosa inconclusa y también frustrante tanto en lo personal como en cosas que han quedado pendientes. Siempre hago este ejercicio de pensar al grupo que teníamos donde su papel era muy importante, también entre los amigos de la zona, esa personalidad reservada pero decisiva en la articulación de todos, ese interrogante queda”, concluye.
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